humedecía los arenales de mi recordada Tablada de Lurin, donde creci y pase mi infancia,aquella localidad ubicada en el cono sur de Lima.
Si. Eso me trasporta y me hace revivir un sin fin de anécdotas, con los amigos de ese entonces, solíamos ir caminando al Rió Lurin a las playa de San pedro, a las ruinas de Pachacamac, justo allí en esas caminatas, en una zona desértica hacíamos una original competencia, que consistia en quien encontraba mayor cantidad de balas, claro, balas de plomo, que quedaron regadas del conflicto bélico que tuvimos con chile en 1879, pues en ese desierto se realizo la batalla, cuando las tropas chilenas, se acercaban a Lima, un día mi hermano menor encontró un botón donde decía impreso, republica de chile, sin duda era un botón del uniforme de un soldado chileno.
Don Gilberto era un señor que pasaba ya los 60 años, yo era un niño apenas de 9, el siempre tomaba una lampa, luego se dirigía a un cerro alejado, me decía, José ayúdame a cavar, en la guerra con chile, los chilenos, después de saquear todo lo que pudieron escondieron sus tesoros aquí, solo hay que desenterrarlos, yo en ese entonces inocentemente me entusiasmaba, claro, si encontraba balas, y botones de la guerra, toda esa historia era creíble.
Fuimos muchas veces, cavamos en distintos lugares, don Gilberto decía que en uno de estos días encontraríamos el tesoro, y claro lo repartiríamos en partes iguales, todo esto era un secreto que yo guardaba celosamente, yo no le mencionaba a nadie sobre aquella búsqueda, pues no deseaba compartir el tesoro con nadie mas, el tiempo paso y esa búsqueda, como ustedes imaginaran fue infructuosa.
Al pasar el tiempo, cuando estaba ya cerca de los 18 años, lógicamente ya no creía esa historia, pero siempre veía a Don Gilberto, merodear por los cerros, ya casi sin fuerzas por su avanzada edad, quizás aun con la idea de encontrar aquel tesoro, nunca le dije que eso era imposible, siempre le seguí la corriente, no hubiera sido correcto quitarle aquella ilusión.
Un día luego de regresar a mi casa después de una comun jornada laboral, me entere que Don Gilberto cayo enfermo, no dude en ir a visitarlo, al verlo pude ver que quizás eran ya sus últimos días, fui al centro de Lima y compre, collares, sortijas y muchas alhajas de fantasía, los tire en aquel cerro, las pise y las llene de arena para que puedan apreciarse como si hubieran estado allí muchos años.
Luego de poner todo ello en una bolsa plástica, lleve todo eso a mi amigo, y le dije , encontré el tesoro Don Gilberto!! usted tenia razón esta es su parte que le corresponde, pude apreciar la alegría de aquel señor en sus ojos, con voz débil me dijo, vez José que tenia razón, sigue buscando debe haber mas..Asentí con la cabeza, y le dije , así lo haré tengalo por seguro.
Toda aquella historia que me contó Don Gilberto en realidad fueron bonitos recuerdos, ilusones que un dia pasaron por mi mente de niño, y al final con el tiempo fue para mi el verdadero tesoro.
Nuestro defecto es aprender más por la escuela que por la vida.
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